León Tolstói, el reconocido autor de La Guerra y La Paz y Ana Karenina, fue uno de los principales promotores del realismo ruso y de la “no violencia activa”.

Para Tolstói, quien nació en la comodidad de la aristocracia rusa y murió creyendo en el desprendimiento de todo bien material, “la práctica de la violencia no es compatible con el amor como ley fundamental de la vida”.
El autor, considera que el amor es comúnmente malinterpretado. En su libro On life (1888), Tolstói examina las principales creencias irracionales del amor y llega a estas conclusiones:
El conocimiento confuso del hombre, ha provocado que crea que en el amor se encuentra el remedio para todos los misterios de la vida.
Sin embargo, para Tolstoi
“el amor, en su sentido más grandioso, nunca es un juego en donde nos extendemos hacia un ser a expensas de un otro”.

Entonces, ¿Qué es el amor para Tólstoi?
“Cada ser humano sabe que en el sentimiento de amor hay algo especial, capaz de resolver todas las contradicciones de la vida y de dar a la existencia un bienestar completo”. Sin embargo, «la definición pura del amor sólo llega a las personas que a su vez son capaces de entender la vida».
Por lo tanto, el amor no sólo aparece como la única y legítima manifestación de la vida; como manifestación de la conciencia razonable, sino como una de las miles de diferentes eventualidades de la vida; como una de las varias fases por las que atraviesa un ser humano durante su existencia.
Es decir, que si bien es una actividad que “ofrece tantas dificultades pues sus manifestaciones se pueden convertir en dolorosas y en ocasiones en imposibles”, debe experimentarse sin razonarla porque “todo razonamiento sobre el amor lo destruye”.
Es decir, que
«sólo las personas que han usado ya su raciocinio para entender la vida y han renunciado al bienestar de la existencia individual, pueden entender el amor”.
Sin embargo, aquellos que no han entendido la vida no pueden evitar razonar sobre el amor y necesitan una razón para ser capaces de entregarse a este sentimiento.
El ser humano, al enfrentarse a la paradoja central de reconciliación con su inherente solipsismo con el Ethos del amor universal, necesita contemplar lo siguiente:
En realidad, cada ser humano prefiere a su propi@ hij@, pareja, amig@s, país, en lugar de l@s niñ@s, Parejas, amig@s y países de otr@s, y a eso es a lo que le llama amor.
Este amor significa en general hacer el bien.
Por ello, cuando amo, quiero decir que deseo el bienestar a los seres que amo, más que el de otros a los que no.
Cada ser humano, ama al mismo tiempo, a su hij@, pareja, país, y amig@s. No obstante, las condiciones del bienestar que desea para los distintos seres amados, en virtud de su amor, se encuentran íntimamente conectadas, tanto, que cada acto de amor para cada uno de estos seres amados no sólo disminuirá los actos de amor hacia los otros, también será perjudicial para ellos.
[…] ¿En el nombre de qué tipo de amor debería actuar y cómo debería actuar? ¿En nombre de qué tipo de amor debería sacrificar otro amor? ¿A quién debería amar más y hacia quién debería dirigir mis actos de bienestar –a mi Pareja o a mis hij@s–, a mi pareja e hij@s, o a mis amig@s?
Finalmente, ¿cómo debo resolver este problema, dosificar el sacrificio de mi propia individualidad, el cual es necesario para servir a los otros? ¿Hasta qué grado puedo ocuparme a mí mismo con mis propios asuntos y aun así ser capaz de servir a aquellas personas que amo? Todas estas preguntas parecen ser simples para las personas que no han tratando de explicar este sentimiento que llaman amor –pero, más allá de simples, son realmente imposibles de resolver.
Lo que sugiere Tólstoi
Para enfrentar estas preguntas sin respuesta, Tólstoi sugiere tomar conciencia y, finalmente, aceptar que el amor es vasto y diverso, que existen diferentes tipos de amor y que para vivirlo se requiere un estado activo del ser:

Las demandas del amor son tantas, y todas están tan entretejidas, que la satisfacción de las demandas de algunas privan al ser humano de la posibilidad de satisfacer otras. Pero si admito que no puedo vestir a un niño entumecido por el frío, con la pretensión de que mis hijos un día necesitarán ropa provista por mí, puedo también resistir a otras demandas de amor en nombre de mis futuros hijos.
[…]
Si un ser humano decide que lo mejor para él es resistir a las demandas de un amor débil, en nombre de otro y de una manifestación a futuro, necesita comprender que puede decepcionarse a sí mismo como a otras personas, o caer en la paradoja del egoísmo y amarse a sí mismo por sobre todas las cosas.
El amor a futuro no existe. El amor es sólo una actividad en el presente. El hombre que no manifiesta el amor en el presente, no posee amor realmente.
Impure