La ultra derecha gana en Italia y nos preguntamos ¿en qué mundo vivimos?

La ultra derecha global avanza frente a una izquierda  acomplejada, temerosa, ausente de nuevos ideales, mientras las fuerzas más reaccionarias crecen en autoestima y encarnan, para millones de personas en todo el mundo, una ilusión de «progreso».

A menudo parece casi inverosímil, considerando que durante el siglo pasado, en Europa y latinoamérica hubieron -durante ciertos períodos- más dictaduras que democracias, lo que creó una necesidad de no transar la libertad.

Sin embargo, pareciera que hoy la vieja fórmula «ultra», vuelve a funcionar y jóvenes de todo el mundo abrazan ideales que parecían olvidados, obsoletos e irrisorios.

Si intentamos leer su base ideológica, en sus amplios discursos conviven desde la Biblia hasta terraplanistas, xenófobos, anti derechos de las minorías sexuales, ultra católicos, cristianos evangelistas, anti establishment, veneradores de la liberalización total de la economía, defensores de dictadores y de la familia tradicional.

La nueva tendencia nos enfrenta a un cambio de paradigma respecto a lo que conocíamos de la extrema derecha clásica: el racismo, como eje y búsqueda de la pureza a la usanza hitleriana.

Considerando esto, podríamos relevar la idea de que ya se habla de una «batalla cultural», en donde surge una defensa de las tradiciones e ideas clásicas de base económica y social.

Un mensaje «ultra» que está envejeciendo demasiado bien 

El declive de la economía tras la pandemia y la ausencia de soluciones para atajar el empobrecimiento se ha debido fundamentalmente a la incapacidad política para diseñar soluciones efectivas y este hecho ha instalado un blanco simple: si las soluciones tenían que pasar por el consentimiento de los grupos que concentran el poder y no les interesa compartir sus privilegios, entonces son culpables.

La inexistencia de una vía cooperativa real y la permisividad para que sigan ganando en medio de las crisis «los de siempre», ha sido visto por un gran sector en distintas sociedades como una muestra de incapacidad de los gobiernos.

En tanto, organismos globales, sociales y comunitarios, tampoco han alzado la voz lo suficiente o promovido ideas para dar vuelta  la situación, lo que ha dejado que quienes  desconfían de ideales políticos profundos, vean en los hechos una confirmación de la ineficiencia de los modelos sociales que se están aplicando.

Todas estas situaciones se han transformado en el caldo de cultivo perfecto para el empoderamiento de grupos de extrema derecha.

Consideremos también que sólo en medio de situaciones de crisis, preocupación e incluso desesperación se produce la fertilidad propicia para este tipo de ideologías de bolsillo.

La ultra derecha se vende como una solución total,  apela al sentimiento de desesperación, a la unidad de de la nación contra un enemigo común.

Neofascismo

Un libro de reciente publicación reúne una serie de ensayos y entrevistas que tienen como protagonistas a intelectuales como  Judith Butler, Chantal Mouffe, Alain Badiou, Alvaro García LineraNoam Chomsky, entre otros.

Neofascismo, es un libro que intenta definir la practicamente inabarcable y variopinta extrema derecha actual, que finalmente sirve para ofrecer al lector un punto de partida identificable.

Decir que Kast, Trump o Bolsonaro son «neofachos» puede ser una inexactitud para la teoría política, pero casi todo el mundo entiende qué quiere decir a grandes rasgos.

El libro ha sido publicado por el sello argentino Capital Intelectual y si bien, privilegia los procesos vividos en países de Europa, también refleja las emergencias de la nueva ultra derecha en América.

El libro permite observar un mapa global de este nuevo movimiento a quienes une un discurso «anticomunista», que también es un nexo con la derecha old school.

Para quienes observan el fenómeno, este anticomunismo que defienden es casi irrisorio considerando que en el mundo hay muy pocos comunistas y he ahí el peligro, ya que esta sobreactuación reaccionaria alienta la unión contra un enemigo reconocible, aunque sea casi imaginario.

Un aspecto curioso de este neofascismo, es su autopercepción del lugar que ocupan frente al Sistema: se consideran luchadores antiestablishment, representantes de una entidad superior: el pueblo oprimido y olvidado por las elites.

Estos nuevos grupos buscan alejarse de la identificación de las élites, que pueden ser financieras, pero en la mayoría de los casos de la neo ultra derecha, son culturales.

Desde esta perspectiva, en el caso de Chile,  podemos entender su «anti-progresismo» representado como «antiñuñoísmo».

Así las cosas, el triunfo de Meloni en Italia, sólo nos viene a mostrar un fenómeno al que nadie le había dado tanta importancia y que nos hace cuestionar, ¿quién está detrás?,    ¿a quién le interesa? y ¿cómo vamos a hacer frente a un movimiento que busca ser altamente popular y alejado del mundo de las ideologías tradicionales e intelectuales?.

@Impure

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