Su nombre es Miriam Mabel Lera y es profesora en la Escuela Intercultural Bilingüe N°10 en Amaicha del Valle, una comunidad diaguita-calchaquí de Tucumán.

Los alumnos de Miriam tienen 7 años y no todos tienen Internet, por lo mismo, esta profesora de corazón y vocación, supo vencer la barrera que supone la tecnología para la realidad de muchos niños en Sudamérica y encontró en la radio comunitaria una aliada para poder enseñarles durante la cuarentena.
La pandemia y sus efectos colaterales
El coronavirus dejó sin clases presenciales a casi todos los niños del planeta. Sin embargo, la primera solución por la que optaron los establecimientos educacionales y los gobiernos, fue poder seguir cumpliendo con los plazos formales a través de una educación improvisada, vía digital.
En Sudamérica, el acceso a Internet no es igual en una gran ciudad que en una pequeña comunidad alejada de las antenas. Ante esta realidad, muchos niños no cuentan con un computador, un smartphone o acceso a Internet.
En este contexto, profesores de los sectores más vulnerables o alejados de las urbes sintieron la impotencia de ver como muchos de sus alumnos no podían unirse a sus clases improvisadas online.
Además, consideremos que los profesores tampoco estaban preparados para hacer frente de un día para otro a este nuevo formato por lo que no tuvieron suficiente tiempo para establecer una metodología que considerara todos los factores y problemas que presentaba esta nueva versión improvisada de la educación.
La profesora, el problema y la solución
Cada día, se dan a conocer historias de cómo los alumnos intentan hacer malabares para no quedar atrasados, porque el nuevo formato improvisado pese a no considerar los distintos escenarios, sigue avanzando como un reloj ciego, que deja en el camino a los de siempre: los más vulnerables.
Es común oír historias de familias que tienen un computador en casa, dos padres teletrabajando y dos hijos que necesitan participar en clases online. Ya en un ámbito fuera de la pobreza, se vuelve difícil coordinar espacios, tiempo y acceso.
Por vocación, pasión y empatía, los profesores se han nutrido de paciencia y creatividad para hacer frente a las exigencias que requiere el momento. Muchos docentes han llevado sus esfuerzos pro entregar educación a sus alumnos mucho más allá de sus responsabilidades, acciones que no solo demuestran vocación sino que también dan esperanza.
Una de esas tantas historias la encontramos en Tucumán, gracias a los reporteros de Jujuy al Momento que descubrieron la historia de Miriam Mabel Lera, la profesora de 2º año de primaria de la comunidad diaguita-calchaquí de Amaicha del Valle en la Escuela Intercultural Bilingüe N°10, que tiene una matrícula de 270 alumnos.
El impacto del distanciamiento social en la escuela
Al iniciar la cuarentena y considerando que no todos sus alumnos tienen Internet ni tampoco celulares, Miriam le propuso al cacique de la comunidad diaguita-calchaqui poder dar clases a través de la radio comunitaria y así comenzó esta historia que nos hace creer en una humanidad mejor si aunamos voluntades.
«Cuando inicio la cuarentena, como todos los docentes del país nos quedamos viendo de qué manera íbamos a mantener el vínculo con los niños. A mí no me cerraba el tema del whatsapp porque uno conoce la realidad de los chicos, conocemos a las familias y las condiciones en las que viven, entonces para mí no era fácil pasar la clase por video y que la descarguen, yo sé que no cuentan con celular», contaba Miriam a un programa de radio local ( Antena 2).
Miriam tiene a su cargo a 38 niños de 7 años, y no quería perder el contacto y la motivación que los niños venían mostrando.
Afortunadamente su propuesta radial fue bien recibida por la comunidad, se sumaron más profesores a la nueva metodología y se produjo el hermoso accidente de reivindicación de la radio como herramienta fundamental para los docentes, los alumnos y sus familias.
«Le dije (al cacique) que quería ver cómo me sale dar clases a través de la radio, radio tienen la mayoría. Le avise a los padres y comenzamos los primeros días de abril y por suerte bien. Les hablo a los chicos y a la familia como si me estuvieran mirando, le doy recreo también con música que a ellos les guste», relató.
Resultados más allá de lo esperado
«Hemos conseguido en este tiempo y de esta forma avanzar con el aprendizaje y no cortar el vínculo. Lo mejor es que mucha gente mayor nos escucha y ellos nos dicen que también están aprendiendo».
La historia de Miriam que nació y se crió en Amaicha, donde viven unos 8000 habitantes a 2000 metros de altura, entre la villa y los caseríos dispersos, probablemente no sea un caso aislado. En este momento, muchos profesores están intentando vencer las barreras tecnológicas y económicas para llegar a sus alumnos, y por lo mismo, merece ser conocida.
La historia de esta profesora nos inspira y nos recuerda la importancia de la equidad en el acceso a la educación y el rol que juegan las comunidades en lograr crear los entornos adecuados, para que se den de la mejor manera.
En tanto, sus alumnos siguen formando de una comunidad ancestral con un gobierno indígena que tiene una asamblea general, un concejo de siete ancianos y un cacique con la función de «secretario ejecutivo, guardián del territorio, los bienes y proyectos». Son niños que deben y pueden acceder a dos realidades: una cosmogonía que los enraiza y una educación que les permitirá salir al mundo a contar sus saberes ancestrales.
Impure