Lee Miller: fotografías de belleza, horror y surrealismo

La historia de Lee Miller parece sacada de una película prototípica en donde la “bella” se ve entrampada en una situación que parece fatídica y termina transformándose en la más gloriosa oportunidad de su vida.

Lee Miller
Lee Miller en Normandia, Francia, 1944. © Lee Miller Archives, England.

Fue modelo, fotógrafa y musa del surrealismo, fotoperiodista de guerra y columnista de Vogue y la historia aún no le ha hecho justicia.

Una infancia que la prepararía para el horror de la humanidad

Corría el año 1907, cuando la fotógrafa que con su actitud y valentía estremeció al mundo, nació en New York.

Cuando tenía 7 años -en 1914- un vecino amigo de sus padres la violó y le contagió gonorrea. Su hermano contó después que recuerda como Miller lloraba y gritaba para soportar el tratamiento al que se vio sometida para superar la enfermedad.

Lee Miller se transformó en una niña dominada por el dolor, la vergüenza y el miedo. Con el fin de liberarla de esos oscuros sentimientos, sus padres decidieron que posara desnuda delante de la cámara que manejaba su progenitor para que así venciera el pudor y el sentimiento negativo que le provocaba su cuerpo.

Sin duda, este hecho de su infancia marcaría un antes y un después en la historia de su vida. Por esa misma época su padre le enseñó a utilizar la cámara y a relacionarse con el revelado.

Fue una niña rebelde y competitiva con los niños de su edad, por lo que la expulsaron varias veces de distintos colegios. Las madres de las demás niñas no permitían que sus hijas se juntaran con ella por considerarla una mala influencia.

Un encuentro fortuito

Antes de cumplir 20 años, mientras paseaba por New York, Lee estuvo a punto de ser atropellada cuando Condé Nast –propietario de las revistas Vogue y Vanity Fair- la salvó.

Él la convenció de iniciar su incipiente carrera de modelo y no tardó mucho en convertirse en una de las más exitosas, especialmente como una de las favoritas del famoso fotógrafo de modas Edward Steichen.

Lee Miller para Vogue por Edward Steichen, 1928.

A los 20 años fue portada del famoso magazine, y alcanzó el éxito. El escándalo la sacudió cuando su imagen apareció anunciando un producto de higiene íntima ya que era la primera vez que una mujer posaba para anunciar tampones.

Publicidad de tampones Kotex con una fotografia de Lee Miller (1928).

Sin embargo, pronto entendió que pese al enorme revuelo, terminó sintiéndose satisfecha por el papel que había cumplido en la causa feminista apareciendo en aquella campaña.

Desde entonces su breve carrera no volvió a ser la misma y como consecuencia decidió pasarse al otro lado de cámara.

En 1929 se trasladó a París y consiguió trabajar como asistente de Man Ray para quien posó y con quien además formó una pareja de amor y trabajo, inspirada en la profunda influencia del surrealismo.

Lee Miller por Man Ray, 1929.

Cuando se encontraron en la bullente y loca capital francesa, se convirtieron en la pareja de moda: amantes fogosos, bellos, estilosos y creativos.  Se movían en un círculo de amistades para quienes el arte era un modo de vida. Pablo Picasso, Dora Maar, Max Ernst, Alexander Calder y Le Corbusier eran sus íntimos. Inspiración mútua Miller, que deseaba estudiar fotografía, consiguió que Ray rompiese su norma inflexible de no aceptar aprendices.

«The Picnic» aparecen: Nusch Eluard, Paul Eluard, Sir Roland Algernon Penrose, Man Ray, Adrienne ‘Ady’ Fidelin. 1937.Por Lee Miller. © Lee Miller Archives, England.

Todo duró hasta 1932, cuando Lee Miller decidió abandonar el departamento que compartía con Man Ray para montar su propio estudio. Ese día el surrealista decidió fotografiarse con una pistola en la mano y una soga alrededor del cuello.

Lee-Miller mirando hacia abajo a Agneta Fisher, París, 1932.

Se ha dicho que durante ese período, muchas de las fotografías tomadas por Lee fueron atribuidas a Man Ray, de la misma forma, el descubrimiento de la técnica de la solarización fotográfica a partir de ensayos en los que Miller participó activamente, ha sido injustamente reconocida en algunos medios como de Man Ray, Miller fue perfeccionando esa nueva técnica convirtiéndose en una auténtica experta.

Además, sus imágenes ingeniosas y humorísticas la conectaron con el círculo Surrealista en el que se encontraban Pablo Picasso, Paul Eluard y Jean Cocteau, entre otros y que, por su experiencia como modelo, se convirtió en la imagen oficial de aquella generación.

De regreso a New York

Tras finalizar su relación con Ray regresó a Nueva York montó un estudio propio y en 1934 se casó con Aziz Eloui Bey fijando su dirección en Egipto donde curiosamente, pese a haberse retirado oficialmente de la profesión y estar alejada del mundillo artístico,  fue donde realizó algunas de sus más famosas fotografías.

‘Portrait of Space,’ cerca de Siwa, Egypt, (1937), por Lee Miller. © Lee Miller Archives, England.

En 1934 se casó con Aziz Eloui Bey y juntos establecieron una nueva vida en Egipto. Lee Miller no pudo parar de fotografiar su entorno y pese a haberse retirado oficialmente de la fotografía y estar alejada del panorama artístico,  realizó durante este período algunas de sus más famosas fotografías.

El horror transformado en precisión y belleza

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, la directora de Vogue Audrey Withers, le encargó reportajes centrados en la contribución femenina durante la guerra, pero Lee también comenzó a elaborar artículos en los que no ejercía sólo como fotógrafa, sino que también escribía los textos.

Lee Miller, Fire Masks, Downshire Hill, Londres, Inglaterra, 1941 © Lee Miller Archives, England 2015.

“No seré la única reportera en París, pero si la única dama fotógrafa, a no ser que llegue otra en paracaídas”, escribía en respuesta Miller.

Cuando Estados Unidos, se incorporó a la guerra de Europa, tras el bombardeo de Pearl Harbor, las crónicas de Miller le valieron una de las escasas licencias como corresponsal oficial de guerra que concedía la US Army.

Licencia de corresponsal de guerra. 1942.

Recorrió Francia. Primero fotografiando el asedio de Saint Malo,  en donde desembarcó cuando el combate aún no había cesado. Era la única periodista en la zona, por lo que sin dudarlo, se involucró en la batalla, documentando los bombardeos en los que los americanos utilizaron por primera vez napalm; la mayoría de sus fotos fueron censuradas y como consecuencia, fue arrestada por haber entrado en zona de combate sin acreditación.

Lee Miller en la fortaleza de San Malo, agosto 1944.

Sin embargo, la joven musa y creadora del surrealismo se había trascendido a sí misma, transformándose en una audaz testigo de la brutalidad de la guerra, al tiempo que impregnó las satinadas páginas de Vogue con una honesta dosis de dolor humano y la inevitable crueldad de los horrores de la guerra.

También retrató la liberación de París, la batalla de Alsacia y el horror en los campos de concentración de Buchenwald y Dachau.

Prisioneros Liberados, Dachau, Alemania, 1945. Lee Miller con David E Scherman. © Lee Miller Archives, England 2013.

Fue capaz de capturar la esencia de los prisioneros que pedían clemencia después de una paliza, a los niños moribundos; a los cadáveres de todas las edades y condiciones, desde bebés hasta antiguos colaboracionistas o miembros de los regímenes locales que se habían suicidado para evitar las represalias.Y aunque deambuló en el infierno de la miseria humana, nunca abandonó su mirada de artista.

Cuerpo de la hija del alcalde de Leipzig, Alfred Freyburg, después de suicidarse por cianuro. © Lee Miller 1937.

Una de sus fotos más emblemáticas es la que se tomó en el baño de Hitler el mismo día en que el máximo líder nazi se suicidó.

Después de pasar por Dachau, Miller y su amante David E. Scherman fueron directos al número 16 de la Prinzregentenplatz, donde Hitler había vivido desde los años 20. Hacía semanas que Miller no se bañaba y su amante le tomó una fotografía que ha dado la vuelta al mundo.

El fin de Miller era que el barro de sus botas dejará marcas en la impoluta alfombra del dictador y que esos restos fueran un símbolo de la suciedad con la que el nazismo había cubierto Europa.

Lee Miller fue fotografiada en Munich en el año 1945 por el fotoperiodista David Scherman, mientras se bañaba en la bañera de Hitler © Lee Miller Archives, England.

La guerra supuso un reto para Miller, una mujer que sin proponérselo rompió límites y demostró que hacer bien las cosas en medio de un campo de horror no tiene género.

Miller capturó los peores momentos vividos por la humanidad y los transformó en composiciones artísticas precisas y bellas.

“Lo que la mantuvo involucrada en la guerra fue la idea de que serviría para ayudar a cambiar el mundo. Creía que al final del conflicto, el mundo iba a ser un lugar mejor y la gente sería libre, tendría paz y habría justicia. Luchó como una loca por estos ideales”

explicó Antony Penrose, único hijo de la fotógrafa, nacido de su segundo matrimonio con el pintor, escritor y mecenas británico Ronald Penrose.

El Fin de la guerra, el reencuentro con los amigos

Tras la ocupación Lee Miller comenzó a buscar el paradero de sus amigos. Man Ray, debido a su origen judío, había regresado a New York. En tanto, Picasso había permanecido en París.

Corría el año 1937 cuando el pintor y la fotógrafa volvieron a encontrarse. Miller fotografió al artista en la intimidad, mientras que Picasso la pintó seducido por su belleza y voluptuosidad. Lee Miller forma parte de 6 cuadros de Picasso, en muchos de ellos aparece desnuda, de forma lujuriosa y muy sexy lo que ha hecho presuponer que pudieron haber intimado aunque no llegaron a ser amantes.

Foto del reencuentro de Picasso y Lee Miller en 1944 tras la liberación de París. © Lee Miller Archives, England 2015.

Por aquel entonces, Jean Cocteau había dejado de ser la bestia negra del grupo surrealista y colaboraba estrechamente con Picasso, Éluard y Aragon. En un entresuelo, iluminado de día y de noche solo por la luz de unas velas, preparaba el estreno de su nueva película, La Bella y la Bestia. Fue él quien convirtió a Lee Miller en una estatua viviente en La sangre de un poeta.

Ahora ella lo retrataba cerca de una pared, donde había escrito los nombres de sus artistas favoritos, con el miedo de ser un sobreviviente y un ser humano que huía de la Gestapo y malvivía sin parar de reflejar en su arte la realidad que le estaba tocando vivir.

Transformación y un final inesperado

Lee Miller, pese a encontrar a sus amigos y sobrevivir a la guerra, ya no era la misma mujer. El horror vivido la había cambiado para siempre.

En 1947 se divorció de Aziz Eloui Bey y se casó con Roland Penrose. Tuvo un hijo y abandonó casi por completo su actividad, su nombre perdió resonancia y vivió el resto de su vida en Inglaterra como elegante consorte del afamado artista. En esa época fue conocida como la elegante Lady Penrose.

Lee Miller y Roland Penrose en 1943 en Hampstead. © Lee Miller Archives, England.

Miller decidió ocultar su obra en cajas de cartón en el desván de su granja en la campiña inglesa. Por aquel entonces, Lady Penrose cambió su cámara Rolleiflex por utensilios de cocina que la convertirían en una cocinera gourmet famosa por sus exóticos y coloridos platos.

Años después de su muerte en 1977 por cáncer su hijo encontró los negativos de toda su obra. Entre esos documentos, una carta a su ex marido durante la guerra:

“Le sigo contando a todo el mundo que no he malgastado ni un minuto de mi vida; lo he pasado maravillosamente, pero sé, en el fondo de mí misma, que si tuviera que volver a vivir sería aún más libre con mis ideas, con mi cuerpo y con mis afectos”.

Lee Miller; Roland Penrose. 1968 © Cecil Beaton Studio Archive, Sotheby’s London.

Impure

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