Pocos años después de la detonación de las letales bombas de Hiroshima y Nagasaki, los habitantes de Las Vegas pudieron ver en directo la devastadora detonación de una serie de bombas atómicas en medio de un ambiente de asombro, euforia moderna y vacío existencial.
Los ataques nucleares que destruyeron las ciudades japonesas han pasado a la historia como una de las más desastrosas e insensibles acciones perpetuadas por seres humanos en nombre de un país y sus intereses.
Sin embargo y pese a lo que representa en la memoria colectiva la palabra Bomba Nuclear en los años cincuenta en Las Vegas pensaban de otra manera. Aún con las personas en Japón sufriendo las consecuencias de la devastación, el gobierno americano convenció a todo el mundo que las armas atómicas no eran tan peligrosas. Y al parecer, sus argumentos fueron muy convincentes ya que fueron capaces de crear lo que hoy en día nos parece un absurdo: el Turismo nuclear.
Si hacemos un poco de memoria histórica, en los ’50 Estados Unidos estaba en plena Guerra Fría, lo que se tradujo en miedo ante una inminente invasión y el deseo de ensalzar el sentimiento de superioridad ante otras potencias, sirvió de motivación suficiente para que los ciudadanos aceptaran utilizar una zona en Nevada para hacer pruebas nucleares.
Las Vegas ofrecía vislumbrar las pruebas nucleares en persona
Las explosiones de prueba para bombas atómicas se podían ver desde Las Vegas. Estas explosiones atraían a gran cantidad de turistas y curiosos que los lugareños supieron utilizar para sacar beneficios económicos.
Visualizar los hongos que se formaban con las detonaciones nucleares, se convirtió en un espectáculo imperdible y una buena oportunidad para fotografiarse en un evento único en medio de las vacaciones, o disfrutando de una piscina.
En medio de ese fervor, surgió la imagen de Miss Atomic Bomb cuya proyección estética era de lo más perturbadora: una chica rubia alta con las manos arriba en señal de victoria que aparentaba estar desnuda, aunque tapada por una nube de hongos que le cubría el cuerpo. Su nombre era Lee A. Merlin y formó parte de la bizarra etapa de esplendor nuclear de los años 50.
Entre 1950 y 1960 la población de las Vegas creció hasta un 161% gracias a dos cautivadores motivos para la sociedad de la época: la floreciente industria de los casinos y la potente figura icónica que representaba Miss Atomic Bomb.
Impure