Pornotopía es uno de los ensayos más populares escritos por Paul B. Preciado, transexual y feminista, abanderado de la Queer Nation, que nos cautiva con sus escritos y frases cuasi poéticas para develar un ritmo crítico no exento de belleza literaria en cada uno de sus textos.
Pornotopía nació de una noche de insomnio en un apartamento de Brooklyn de Preciado. Hugh Hefner, apareció esa noche en la pantalla del televisor en pijama y batín, explicando la importancia que tenía la arquitectura en el universo para adultos que había construido.
A la mañana siguiente, Preciado emprendió el camino que terminó en Pornotopía, un ensayo que expone cómo se construyó el primer disneyland para adultos.
Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en ‘Playboy’
Playboy fue una de las primeras revistas para hombres que utilizó la arquitectura y el diseño de interiores como utilería para difundir su mensaje y sus habilidades para contar historias.
Hugh Hefner y su equipo editorial sabían cómo crear imágenes congruentes con su ideal de «macho», desde las túnicas de terciopelo hasta los vasos de whisky, los cigarros frecuentes, hasta los detalles tecnológicos.
En ese contexto, la pornotopía nos remite a Michel Foucault, quien inventó el término “biopolítica” para referirse a los mecanismos no represivos del poder que controlan la forma que damos a nuestras vidas, desde el cómo organizamos el tiempo, nuestra forma de amar y desear.
Desde este planteamiento, Preciado propone que el poder que nos oprime en términos políticos es también un artefacto estético que nos encandila a través del gozo y la expansión yo, como lo hacía la utópica mansión del placer Playboy.
“Lo más duro es comprobar que desconocemos los dispositivos políticos que nos constituyen como sujetos, dispositivos que a veces nos controlan pero que también podrían empoderarnos”, apunta.

Preciado desgrana los mecanismos culturales del “primer burdel multimedia de la historia”, haciendo una comparativa con Disneyland, considerando la Mansión Playboy como un parque de diversiones para adultos diseñado como un escaparte del estilo de vida del nuevo soltero urbano, una creación de un dios expuesto a la imagen y semejanza de Heffner.
“Si fuera posible pesar la historia como se pesa un objeto, habría que decir que el contrato sexo-político y económico que las mujeres establecían dentro de la mansión Playboy no era más vejatorio que el contrato matrimonial heterosexual de los años cincuenta»:
El ama de casa blanca de la posguerra era una trabajadora sexual, doméstica y reproductiva a tiempo completo, no asalariada, y cuyos derechos económicos y políticos eran extremadamente limitados. Y todo eso dentro de una situación hegemónica”, argumenta Preciado.
Heterotopía y teatralidad
El análisis del concepto de heterotopía, explicado por Michel Foucault en su conferencia “Los espacios otros”, tiene importancia dentro del proyecto general de una historia crítica del pensamiento.
Las heterotopías pertenecen a un tipo específico de espacio, que tiene dentro de sí poderes, fuerzas, ideas, regularidades o discontinuidades y se pueden clasificar según el tiempo o el lugar al que pertenecen y abren la posibilidad de crear nuevos espacios con sus propias lógicas
En el libro de Preciado se pone en evidencia que Playboy teatraliza la identidad masculina, ofrece un escenario para las fantasías y una identidad que se va formando a través del molde que plantea Hefner: trabajólico, soltero, juerguista, amante de la arquitectura, el diseño, la tecnología y el jazz.

El mundo Playboy es un espacio no inocente, que claramente pudo ver Preciado:
“Playboy era mucho más que papel y chicas desnudas. En la década de los cincuenta-sesenta, la revista había conseguido crear un conjunto de espacios que a través de una imparable difusión mediática habían llegado a encarnar una nueva utopía erótica popular”.
Hefner había construido una heterotopía, como un concepto que instala espacios culturales, institucionales y discursivos que son de alguna manera ‘otros’: perturbadores, intensos, incompatibles, contradictorios o transformadores y lo hizo a partir de la difuminación del espacio privado del público.
“Playboy va a dibujar una ficción erótica capaz de funcionar al mismo tiempo como domicilio y como centro de producción.»
En Playboy se combina lo doméstico con los espacios transaccionales en los que se operan mutaciones que llevarán desde el espacio doméstico tradicional que dominaba a principios del siglo XX hasta una nueva posdomesticidad característica de la era farmacopornográfica.
Posdomesticidad en la era farmacopornográfica
El juego consiste en una puesta en escena que da paso a un régimen de vida que es público y privado a la vez, íntimo y sobre expuesto.
A esta forma de capitalismo, le interesan los cuerpos expuestos, su negocio es revelar los placeres y deseos, es romper el borde y transformarlo en un espectáculo.
Todo esto en plena guerra fría, quizás surge como un intento de poner en el centro la evasión como religión, el hedonismo y eliminar del centro de la sociedad norteamericana a la familia de los suburbios, y cambiarla por la vida heterosexual, promiscua, libre de hijos, plena de éxito, insome y voyerista.
Una vida en la que si bien se rompe el tabú de la ama de casa, tampoco transforma a la mujer en un ser participativo. Sigue siendo un objeto, desechable, intercambiable, uniformada y al servicio.
En Playboy el burdel es transformado en una representación para el consumo audiovisual: la perfecta heterotopia sexual, un gran hermano en donde las piscinas son transparentes, la oficina se funde con el espacio de trabajo, el pijama con la ropa de salida.

Sin embargo, el profundo y extraordinario análisis que hace Paul B. Preciado de Playboy no se reduce únicamente a la casa, sus muebles, sus interiores y la forma en que esta operaba, sino que además profundiza en un estilo de “vida Playboy”, asociado a comportamientos que tienen sus propias reglas y están indudablemente sumergidos en universos utópicos :
“Como los complejos turísticos, el club Playboy se presenta como una suerte de Estado Vaticano: el vicio instalado dentro de otro estado, en el que despliega una fantasía accesible de placer y excitación”.
La voz de Preciado en muchas de sus obras es una voz es una alerta contra una guerra que muchos no habíamos concebido ni imaginado.
Preciado nos avisa que nuestros cuerpos son el último campo de batalla. Que entre las moléculas, los órganos vitales y los tejidos de la piel se está dando una lucha a muerte por salvar las últimas migajas de libertad que nos quedan como individuos y lo hace en cada una de sus propuestas narrativas, obligándonos a observar con responsabilidad la identidad y la independencia casi patriota que debiéramos abrazar al reconocernos uno frente al espejo.
@Impure