A estas alturas todos sabemos que vuelve Kevin Spacey, el actor que nadie pidió de vuelta y que nos tratan de vender como un pobre artista desempleado tras las acusaciones de acoso sexual.
No fue una, no fueron dos, fueron decenas las víctimas y las acusaciones que pasaron a demandas y que involucran a un actor, una asistente de producción y a un anónimo como víctimas de la conducta lasciva y el acoso sexual de Kevin Spacey.
Las demandas no han prosperado, hay un celular con pruebas perdido y la presión del juez por exigir que la víctima anónima se identifique han tirado para atrás al demandante, ya que no quiere ser expuesto.
Lo grave de esta situación, más allá de Kevin y la injusticia de los tribunales es el gran mensaje que se envía a los acosadores y acosados.
No puede ser que las víctimas permanezcan en la duda por no querer dar su nombre al mundo y que los acosadores gocen de libertad y puedan volver a trabajar desvergonzadamente.
En el mundo contemporáneo, el mundo que estamos tratando de construir más ético, más inclusivo, más integrador no debiera haber espacio ni oportunidades para los Kevin Spaceys.
Lo que está ocurriendo re-victimiza a las víctimas y premia la impunidad, invalida la esencia del #Metoo.
Hollywood y su facilidad para el olvido
He leído que el director de la nueva película del sr. Spacey alega que es un gran actor y que no ha sido condenado, por lo que no se cuestiona trabajar con él.
Los abusadores pueden ser buenos en sus trabajos, incluso a veces son buenos hijos o hermanos y por supuesto buenos amigos, incluso pueden ser hasta solidarios.
Como prueba, tenemos a Woody Allen que sigue siendo respetado en un círculo que aún perdona el abuso sexual a los «artistas».
Me permito estar furiosa, porque una víctima que acusa, muchas veces recibe la presión social de ser condenada como histérica, de buscar llamar la atención, buscar fama o cualquier otra cosa que no sea la simple búsqueda de justicia.
Salir del silencio para apuntar a un acosador a la cara, más cuando es famoso, es difícil. Son años de lucha contra el silencio, la culpa, el miedo al juicio y la duda.
Aquí el problema de fondo es que llevamos años creyendo a los acusados y no a las víctimas, justificando sus comportamientos por drogas, famas o porque eran otras épocas.
Las víctimas son víctimas porque alguien cruzó el límite de lo que está permitido, porque alguien abusó de su posición de poder, o porque la otra persona se encontraba en estado vulnerable.
Las víctimas de Spacey que han muerto
Es necesario recordar que otras tres víctimas de Spacey han muerto y no están hoy, para bien o para mal, para ver cómo el mundo vuelve a abrirle las puertas:
Ari Behn, ex-esposo de la princesa Marta Luisa de Noruega, escritor y dramaturgo fue uno uno de los denunciantes por acoso sexual en diciembre de 2017, declaró que el actor había tocado sus genitales debajo de una mesa en un concierto del Premio Nobel de la Paz en 2007.
La enfermera Linda Culkin, quien también denunció a Spacey por acosarla sexualmente, falleció el 25 de febrero de 2018. Culkin se encontraba caminando de regreso a su casa hasta que un auto la atropelló.
En septiembre de 2019, el masajista privado del actor se suicidó, tras acusar a Spacey de obligarlo a tocar sus genitales en una sesión de masajes.
Desde aquí, insisto, no necesitamos volver a ver la cara de quienes tienen comportamientos inapropiados y que están en medio de demandas.
Spacey representa una generación de hombres con poder que cruzaron el límite y no necesitamos volver a verlo.
@Impure